LIBERTAD DE EXPRESIÓN

La libertad de expresión muchas veces es una falacia inventada por nosotros, seres humanos llenos de miedo, para ocultar nuestra propia imposibilidad de coger el toro por los cuernos y decir, frente en alto, lo que pasa por nuestras enloquecidas cabezas…
Hablamos de libertad de expresión y directamente lo relacionamos con luchas y movimientos sociales… Se habla de una libertad de expresión en masa… donde yo pueda decir lo que pienso y siento frente a un tema que afecta a varios… y valga la redundancia, la expresión “libertad de expresión” está tan institucionalizada, erróneamente institucionalizada, pues por naturaleza la tenemos, que está consagrada en nuestra carta política.
Sin embargo, a la hora de pasar de lo común a lo íntimamente propio, es decir a nuestro estómago, nuestra agujereada espalda y por supuesto, aunque suene a best seller de Corín Tellado, a nuestro corazón, la cosa toma un matiz diferente… allí pocos son capaces de hablar de verdadera libertad de expresión… coartada por el miedo de hacer sufrir al otro, el terror de ser tildado de insensible, injusto, traidor… libertad condicionada por unas convenciones sociales de las que todos los días, supuestamente, queremos librarnos… bien lo dijo una vez un libretista, según otros (a mí no me consta), mala clase… “Uno no tiene derecho a matar a alguien así no más… pero tiene todo el derecho a pensar que quiere matarlo, a preparar el crimen y a realizarlo mentalmente”… Pero nosotros, cabritos del reino de Dios, hasta eso lo cuestionamos.
Hoy, siguiendo esa pobre naturaleza, escribo sobre una libertad de expresión que por ese mismo miedo yo no ejerzo. No hablo de mis fantasías sexuales con personas cercanas y no cercanas. No hablo de mis constantes dudas frente al amor actual (el que exista en el momento). No hablo de lo que muchas veces veo de mí misma hacia el futuro. Y todo por ese insensato remordimiento a priori… ese miedo a herir y ser herida por haber herido.

Comments

Popular Posts